Va-Literatura que Suena 2015 (por Candelaria Díaz Gavier – Literatura que Suena – Editorial Clase Turista)

Va-Literatura que Suena 2015Al suspenso que otras generaciones leyeron como referencial en la ya clásica historieta de ciencia ficción argentina “El Eternauta”, de Héctor Oesterheld, Santiago Motorizado canta un rock sosegado por la espera (de Juan Salvo, el viajero del tiempo). Una cueca andina y carnavalesca en la voz de la cantante y percusionista Mariana Baraj, para la melancólica sensibilidad femenina que otros pudieran ver en el poema “Cantora Nocturna” de Alejandra Pizarnik. Un sonido cumbiero y electrónico, tal como lo reversiona el dúo Faauna, para el drama de amor y de muerte de “El almohadón de plumas” de Horacio Quiroga.
La propuesta de este “Literatura que suena” es un paseo por formas heterodoxas de leer clásicos argentinos: un disco en el que la Editorial Clase Turista presenta una verdadera antología literaria-musical que reúne diez hits de la literatura argentina convertidos en canción por diez solistas y bandas de las trayectorias más diversas, pero que en todos los casos forman parte de la escena musical independiente argentina del momento (con todo lo heterogéneo y difuso que eso implica). Ese paseo no es conocido de antemano, porque esta vez la enorme sugestión de la música sobre las letras nos dejan leer el texto como si recién acabara de ser escrito.
Play: el recorrido no tiene ni direcciones ni puntas. Todo se trata de escuchar el interior de la caja sonora de cada compositor, a ver cómo resuena esa voz a la vez estruendosa y tímida que habla por dentro cuando leemos. Y así, entrando en cierta parte de los mundos interiores de lectores particulares, un poco también escuchamos maneras contemporáneas de contarnos los relatos y poemas que tienen ya generaciones de lectores, y que por eso llamamos “clásicos”.
La literatura suena, pero para escucharla hace falta el rompimiento de los rostros que de ella enseñan las escuelas y las tradiciones, y, como el rostro decadente de Eligia, la madre del protagonista de “El desierto y su semilla”, encabalgarse en un rostro nuevo. Y es Bosques de Groenlandia, la banda cordobesa invitada a integrar esta antología, la que propone esta novela de Jorge Barón Biza, también cordobés. Descentrando, de paso, al “clásico” con relación a la ciudad capital, Bosques de Groenlandia escribe de la novela una canción. Traduce la tragedia familiar a una canción con su singular sonido acústico, con un toque orquestal algo natural a un conjunto de cuerdas, y una letra que es también un poema y/o que descubre en el novelista un poeta.
La canción, ese adminículo de lenguaje cotidiano entrometido en la música, es el punto, por acabado, de algún modo más clásico de la música independiente, del “indie”. Pero por eso también es el más minúsculo e imperceptible dispositivo en el que viaja interminablemente la convivencia de un clásico y de su sonido contemporáneo. La canción, el núcleo mismo de la propuesta de este proyecto, amplifica cosas que son indecibles aunque ya de alguna manera presentes en lo que está escrito.
Con el tono algo susurrante y la intimidad melancólica de la voz de Francisco Garamona el poema del gran Juan L. Ortíz, “Aquí estoy a tu lado”, revela siempre haber sido una balada, pero no por lo que tiene de amor sino por lo que tiene de soledad. Y así, escuchado desde la soledad, guarda la calma postapocalíptica del que ve lo contemporáneo pero exiliado a la posteridad, como en ese verso “¿Qué será de nosotros/ de aquí a doscientos años?” en el que el poeta (y el cantante), apenas fantasmagóricamente, puede verse igual después de que todo ha terminado.
Y en ese mismo tono de exilio hacia el lugar donde el pasado ya fue, el poeta va “por las orillas/ de un alegre violín”, como dicen los versos de “Niño” de Juan Gelman, al que Barbarita Palacios encabalga “Epitafio”. Pero en este último, el violín es el corazón del poeta (“Un pájaro vivía en mí/ una flor viajaba en mi sangre/ Mi corazón era un violín) y esta canción se convierte en un gato, género de la música folcklórica que también hace del violín su corazón. “Niño” y “Epitafio” se engarzan y sin alterar los versos originales de Gelman, con su compleja métrica y todo, llegan a una composición orgánica. Les Yacaré, una curiosa banda de electrónica litoraleña, le da a “El sur” de Jorge Luis Borges, un arpegio que, como el tren del cuento, atraviesa la llanura (y quizás también la selva), por el litoral donde la muerte soñada o real. Morir donde se nace es todo un deseo de una literatura escrita por exiliados, por asilados, por hijos de unos u otros. La música de Les Yacaré reversiona esa vieja pregunta que no deja de formularse en la pregnancia del color chaqueño, pero que tiene ahora matices digitales y clima de trip-hop.
Ineludible en este sentido, “Carta a una señorita en París” de Julio Cortázar -uno de los más conocidos escritores argentinos que escribieron fuera de Argentina- aparece acá, en la versión de Sol Pereyra, con un tono rockero y femenino que desenfunda el pop fantástico, monstruoso y bizarro de ese estribillo “Vomito conejitos…”. Bicicletas hace lo propio en su canción basada en “La invención de Morel” de Adolfo Bioy Casares, en un estilo más electro-pop y con reminiscencia británica. Y, hablando de pop, Cosmo canta Boquitas Pintadas de Manuel Puig en versión indie-pop, minimalista y naíf.
Varios conocidos aforismos hablan de la actualidad de los clásicos. La literatura que no muere, la que suena, es la que sigue escuchándose en otras épocas: no la que enfrasca los acontecimientos de su mundo contemporáneo, sino, por el contrario, la que tiene la capacidad de dejar ir sus referencias. Y este proyecto de Clase Turista tiene la originalidad que viene con esa forma de simpleza. El resto, serán los infinitos e impensados efectos del simple descontextualizar y recontextualizar las cosas (por Candelaria Díaz Gavier)

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