Dilemas del copyright que bordean lo ridículo tomo 6 (por Andrés Oddone)

Hace sólo unos poco días nos alegraba mucho el hecho de que el Parlamento Europeo ha rechazado la ley ACTA, lo que supuso un gran paso a favor de la democracia. Ahora, hace menos todavía, a las apuradas y sin ningún consenso de las partes que deberían haber podido opinar sobre este tema, frente a la clara oposición del pueblo Mexicano, después de que hace meses el senado pidió al presidente Calderón que abandone las negociaciones, rechazando de manera tajante el acuerdo; el gobierno de éste ha firmado el ACTA en Japón, de forma que será el próximo Senado, el que entre, el que decidirá sobre esta situación, dejando de lado al que ya de por sí se negó. Si sumamos que en México se debate fuertemente sobre el fraude electoral mediante el cual ese Senado fue elegido… esto ya parece de chiste. Claro ejemplo es que esto no tiene que ver con política, sino con poderes económicos de grandes empresas a los cuales lo estados se alinean sin importar colores o ideologías. La cuestión es que mucha gente no entiende bien de que se trata todo este tema… aún no. Muchos comentan cosas como “¿entonces por esto no voy a poder bajar más películas ni música de la red?”. Y el tema va mucho, muchísimo más allá. Este video, que fue publicado por los Anonymous en su blog, lo explica más que claramente. Dura 7 minutos. Tómense el tiempo porque es tremendo como muestra la represión y falsedad escondida en esta ley. Verlo da urticaria. Como ven, principalmente este tipo de leyes atentan de mil maneras contra las libertades individuales de los usuarios, entrando de lleno en nuestra intimidad, dando aún más derecho a los estados (y a las empresas por intermedio de ellos) de atropellarnos. Por otro lado, frenan la evolución natural que está ocurriendo hacia nuevas lógicas de mercadeo. Pero más allá de estas razones, que de por sí son muy graves, justo en este momento en que Internet se ha vuelto un gran campo de juego en el cual la información circula, moviliza y genera nuevos conocimientos que en muchos países de otra forma no se podrían adquirir; algunos estados, con las empresas detrás apurándolos con movimiento mafiosos y diversas estrategias, intentan que eso no ocurra más, alegando como carta principal que “defienden” a los creadores a los cuales históricamente han robado, y amenazando a los usuarios para que no se bajen más de la red “Los Vengadores”, porque sino supuestamente no pueden enfrentar los costos de este tipo de realizaciones comerciales. El costo sigue estando en el agente menor, el usuario y los pequeños artistas. En este, el mundo del revés, los malhechores somos las pobres hormigas y no el que pone la bota arriba del hormiguero. La cuestión no es ya si está bien o mal lo que plantean con estas leyes. Desde el vamos, da asco este dilema moral que han puesto a discutir: las grandes empresas de cine, música y demás, gigantes estructuras impulsoras de la corrupción desde que comenzaron sus mercados, ahora se visten de los defensores de la justicia, con los estados al frente dando la cara por ellos. “Fahrenheit 451”, la pesadilla más lucida de Ray Bradbury, se ha vuelto realidad, al menos en México y en los países en los que Acta entre en acción.

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