Dilemas del copyright que bordean lo ridículo tomo 3 (por Andrés Oddone y Agus Goya)

Entre tanto lío, tanto ruido, tantas leyes, tantas situaciones graciosas, también aparecen opciones nuevas. The Pirate Bay siempre ha tenido un planteo contundente acerca de cómo debe ocurrir el tráfico de información en Internet: de manera libre. Su trabajo desde los comienzos está situado en un espacio gris entre la ley y la infracción, hasta el punto de que tras la ristra de problemas que han tenido en la era “post megaupload”, han montado sus servidores en locaciones secretas. Pero según un texto escrito por Tatiana de Mello Dias en Blogs.estadao, en el que extrae información de un post y de los coments bajo ese post realizado hace días en The Pirate Bay, estos titanes están planeando superar todos los límites, haciendo llegar su propuesta al vacío del espacio. Esto cuenta el texto de Tatiana: “TPB está trabajando en vehículos aéreos no tripulados para llevar sus servidores a la órbita terrestre. De esta manera huirían de las leyes globales y podrían operar sin miedo de protestas o la confiscación de servidores. El plan, anunciado en el blog, es desarrollar los vehículos aéreos equipados con GPS y computadoras como Raspberry Pi, barato, open source y eficiente. Las llamadas Low Orbit Server Stations (LOSS) son el primer intento. El post en el blog tiene centenas de comentarios. La mayoría elogiando la iniciativa, otros afirmando que es imposible. Otro sugirió al equipo del site intentar hacer algo en aguas internacionales”. La situación es complicada, por que más allá de que no sirve ni es coherente con el momento actual la manera en que las empresas están manejando el tema de los derechos de autor, no sería ni cerca una solución la total liberación de lo derechos. Finalmente, eso resultaría en un festín para las grandes empresas, plataformas regidas solamente por la ganancia, sin ninguna búsqueda más allá del dinero, totalmente preparadas y con estructura suficiente para depredar allí donde los artistas con sus escasos recursos difícilmente podrían llegar. Dick el Demasiado, con su habitual lucidez, cuando le preguntamos que opinaba sobre el tema nos dijo: “Puedo ser sutil y hay muchos lados, pero prefiero pasearme por esta pregunta de manera rápida y sin diplomacia, hasta hacer errores. El tema me chupa una gallina. Me parece que hay mucha confusión: si se deja que los derechos de un autor se vayan a la mierda, es decir, que estén al alcance fácil, no serán los malabaristas y peleadores de la gran libertad callejera los que sacarán provecho. Al contrario, si los de la industria y el comercio. ¡Perderíamos! Imagínate una promo para una nueva guerra de las Malvinas con “Je t’aime, moi non plus” de Gainsbourg como banda sonora. Por la música, imaginémonos Azerbadian, pues, ojala nunca oigan y se bajen de la red el urban-tretecoleque del sampleo inacabable, o por lo menos que no se les contagie. La más grande pesadilla me parece aterrizar en Malasia para conocer esa linda gente, y escuchar en las calles tango electrónico. No sueño tanto con que el mundo esta ganando cuando todo es transferible como una buena gripe creativa. Ninguna profunda cultura nace for export”. En la última revista Orsai (la número 5), Héctor Llanos entrevista a Peter Jenner, el que fue manager de Pink Floyd en sus comienzos, y que fue en parte responsable de forjar su leyenda. También trabajó con artistas como The Clash y T-Rex. O sea, uno que se la sabe. Hoy es presidente del “Internacional Music Manager´s Forum”, y con setenta años es uno de los mayores defensores de la filosofía copyleft. En uno de los párrafos de la entrevista dice lo siguiente: “Chopin, Liszt, se convirtieron en estrellas de la música cuando llegó el telégrafo. Luego llegaron la radio y la televisión, que hizo a los artistas internacionales. Con Internet se podrían hacer cosas increíbles. Que un artista como Lady Gaga venda doce millones de discos en un entorno como el de Internet, donde un video exitoso de Youtube consigue cientos de millones de visitas, no es mucho, aunque el marketing diga lo contrario. Ahora mismo la gente que compra música está en realidad comprando artefactos. ¿Cuándo la música se convirtió en un artefacto? Están muy bien esas reediciones de lujo con libro incorporado, imágenes inéditas, etc. Si hay tiempo, esfuerzo y talento detrás de eso, la gente pagará por ello y todo el mundo estará contento, pero eso no ocurre de cualquier manera ni en todos los casos.” En otra parte jugosa de la entrevista dice algunas cosas interesantes, hasta una posible solución a este dilema: “La idea es hacer todo lo más rápido y lo más simple posible, sin descuidar la calidad de las cosas. En este caso eso sería aproximarse a las compañías telefónicas que están enriqueciéndose con el transito de contenidos y llegar un acuerdo para que compartieran parte de esos beneficios con los creadores, que a su vez les pondrían las cosas más fáciles. La Motown solo tiene un cinco por ciento de su catálogo disponible en servicios legales. El usuario que quiera descargar su música no tiene elección, tiene que hacerlo de un modo ilegal. Y eso ocurre con uno de los sellos más exitosos de la historia”. Para cerrar les compartimos el video en el que Hernán Casciari, director de la revista Orsai, cuenta en TEDxRíodelaPlata como fue el camino que lo llevo a generar ese proyecto mágico de cual nosotros somos fans confesos.

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